Me gusta comparar la vida con un gran viaje. Un viaje lleno
de aventuras. Para las cuales tienes que estar preparado. Tienes que mantenerte curioso, inquieto, con ilusión…sino, corres el
riesgo de perderte por el camino. Esa es la prueba de fuego. Todos sabemos que
el viaje no siempre es de color de rosa y que muchas veces no conseguimos
llegar al destino deseado ni con GPS. No es fácil.
¿Sabéis? Hace muchos años fui la chica más feliz del
planeta. En mi camino se cruzó una persona que me hizo ver la vida de otra
manera, me enseñó lo que es amar, pero amar en mayúsculas. De ese amor que
invade todo tu cuerpo y sientes que ya
no puedes querer más, que cualquier día explotas de tanto amor, como un volcán.
Cualquier problema quedaba en un segundo plano, porque estábamos juntos, y eso ya
era suficiente. Ese amor. Único e irrepetible.
Tristemente nosotros también nos perdimos. Pero el camino
sigue. Y él tiene reservado para siempre un trocito de mi corazón. Porque nos
quisimos infinito más infinito y eso es imposible de olvidar.
Hay que dejar ir. El viaje continua…
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